Aunque parezca una contradicción, vivir en continuo movimiento nos impide avanzar. No pararnos a mirar dentro de nosotros nos limita. Pero el cambio es posible, sólo necesitas esfuerzo, humildad y honestidad.

En nuestra sociedad parece que si no estás en contínuo movimiento te quedas atrás. Pero en realidad esa velocidad contínua encubre un gran engaño, una falta de honestidad con nosotros mismos. No estás avanzado, solo estás obviando tus heridas para seguir adelante sin descanso. Pero no enfrentar los problemas acabará convirtiéndose en un problema al que deberemos confrontar en algún momento.

Vivimos en la velocidad y el ruido

Vivimos a un ritmo frenético. Máxima velocidad y ruido constante es una combinación explosiva. Sobre todo para los que no tienen ni la más remota idea de hacia dónde van. Y ni se lo preguntan, sólo siguen hacia delante, sin realmente avanzar. Y es que la idea que nos domina es “no bajarse de no sé dónde, para alcanzar quién sabe qué”. Y parece que el mundo alrededor nos empuja en este movimiento continuo hacia delante.

Mira a tu alrededor y verás que es así. Creo que si ese ritmo frenético fuera un trastorno o una enfermedad diagnosticable y tuviera un antídoto, muchos optarían por no tomarlo. Y seguir a lo suyo en ese ritmo desmedido. Como si esta necesidad de vivir acelerados compensara algún tipo de vacio interior, algún miedo o intentara anestesiar algunas heridas del pasado.

No paran porque no quieren parar. Esquivan la pausa,. Incluso cuando se enfrentan a crisis personales, de valores, sociales, culturales, afectivas y/o profesionales siguen. La velocidad que han cogido hace que continúen con el mismo ritmo y sin mirar hacia los lados. Y sin detenerse en ningún momento a reflexionar o pensar. Es un avance adelante sin freno.

De esta forma, las cosas que suceden terminan siendo sólo pequeños roces colaterales. Tal vez por ello también necesitan hacer mucho ruido, interrumpir e imponer sus puntos de vista. Un poco para no escuchar a los demás y otro poco para no escuchar su propia voz interior. Son personas adictas a ocupar sus mentes con cualquier cosa. y para ello, no importa a qué le dan entidad. Pero todo tiene un precio.

El ruido nos impide avanzar

El ruido se convierte en un escudo que usan para protegerse del silencio y, por ende, de sí mismas. Además, como están acostumbradas a priorizarse, independientemente de lo que pase alrededor, también construyen vínculos poco profundos que terminan diluyéndose sin resistencia. Vínculos que se van perdiendo en el tiempo dejándolos de nuevo solos y vacíos. Por ello, siempre están a la búsqueda de nuevos estímulos externos, porque así no tienen que mirar dentro de sí.

Ahora bien, llevar ese ritmo al límite, tiene un precio. Seguir siempre adelante haciendo oídos sordos y a contrarreloj, pase lo que pase. No es difícil anticipar el resultado. En algún momento, antes o después, obligados por el cuerpo y/o por la mente tendrán que parar. Incluso en contra de su voluntad, no quedará más remedio. Y entonces, a la hora del límite, muchos dirán: “¿Qué pasó? ¿Cómo llegué a esto? ¿Por qué no me di cuenta antes?”

Sanar heridas para vivir tranquilos en el presente.

Necesitar continuamente ese ruido es una barrera que utilizamos para escapar de nosotros mismos. Y que nos impide avanzar. Lo utilizamos como vía para no tener que afrontar nuestras heridas. Para escondernos detrás de miedos o heridas no resueltas y hablar desde el ego.

“Esa es la última de las cosas que deseamos: conocernos a nosotros mismos. Y ese, por cierto, es el único fundamento sobre el cual podemos construir. Pero antes de poder construir, de poder transformar, antes de poder condenar o destruir, tenemos que saber lo que somos”.

Jiddu Krishnamurti

Está claro, si lo resuelves, avanzas. Pero si huyes, se repite una y otra vez. Y continuamos corriendo y envueltos en ruido para seguir huyendo de eso que tanto nos asusta: nosotros y nuestras heridas. Porque conocernos a nosotros mismos es nuestro gran temor. Pero es también el primer paso de dejar de sentir miedo y de empezar a vivir sin ruido. Y avanzar realmente.

La honestidad es el primer paso para avanzar

El primer paso para avanzar es desarrollar una actitud humilde. La humildad nos permite mirarnos sin filtros para sanar esas heridas emocionales que siguen en nuestro interior. La humildad nos da la fuerza que necesitamos para cuestionarnos y crecer. Por ello:

  • Si tienes miedo a ser tú mismo, reconócelo.
  • Si sientes un vacío interior, asúmelo.
  • Si no sabes bien de dónde puede venir, revísalo.

Es importante no seguir mirando hacia otro lado y escondiendo esos sentimientos Es necesario parar y concentrarse en ello. Porque el autoengaño, a fin de cuentas, no es más que un déficit de honestidad. Y es lo que nos ha llevado hasta este punto de no retorno en el que nos encontramos. Debemos cambiar nuestra actitud y el primer paso es ser honestos con nosotros mismos. Por mucho que cueste. Si queremos avanzar debemos hacerlo.

La honestidad al principio puede ser dolorosa. Porque se trata de reconocer, asumir o revisar algo que venimos cargando hace quién sabe cuánto. Algo que pesa en nuestro interior aunque a veces no seamos ni conscientes de ello. Honestidad para mirarnos tal como somos. La honestidad es un paso liberador que nos permite enfrentar la verdad y nos desvela quiénes somos en realidad, en esencia.

El cambio está en nuestra mano

Es momento de cambiar, de avanzar. Depende de nosotros y de tener la voluntada de hacerlo. Abandona la creencia de que sanar heridas emocionales sólo es un beneficio que obtendrán los demás. También es posible conseguirlo para ti. Y aunque requiere esfuerzo, humildad y honestidad por tu parte, ni mucho menos es imposible. El cambio está en nuestra mano y podemos lograrlo si nos lo proponemos.

Tenemos mucho de qué ocuparnos, es cierto. Y debemos trabajar en ello, es un proceso que requiere tiempo. Pero tenemos mucho menos trabajo de lo que creemos. Imagínate si, además de sanar tus heridas producto de tu historia de vida personal, tuvieras que ocuparte de ordenarle a tu cuerpo cuántas veces debe respirar, palpitar el corazón, o cómo y cada cuánto fabricar glóbulos rojos. Todo lo trascendente en nuestro cuerpo ocurre, simplemente. No necesita nuestra intervención ni trabajo.

Piénsalo bien. El trabajo que te toca a ti no es tan ingente ni imposible. Pues frente a esto, es difícil no encontrar la humildad para hacernos cargo de revisar ese “peso de la vida” que cargamos y que nos impide vivir plenamente. Esos traumas que han marcado nuestra existencia y a los que no nos hemos permitido mirar. Ese pasado que nos limita en nuestro día a día por mucho que no queramos reconocerlo.

¿Quieres hacer más liviano tu viaje? ¿Quieres avanzar? ¿Transformar ese vacío en plenitud? ¿Aprender del pasado? ¿Conocer tus recursos internos? ¿Bajarte de ese ritmo frenético, conectarte con tu esencia interior y aprender a calmar tu mente y tu corazón?

¡Comienza el cambio ahora!  ¿Lo hablamos?